Cuando se decide formar un hogar o al menos convivir con alguien poco a poco se van adquiriendo algunas normas y rutinas que desde el principio van garantizando la sana convivencia en el hogar. Se hable o no al respecto, poco a poco las personas se van acoplando lo mejor que pueden y cuando no lo logran sobre viene el conflicto.
Lo cierto es que cuando se toma la decisión de vivir con otra persona las reglas de convivencia en el hogar deberían establecerse previamente y no asumir que el otro va a comportarse de la forma que a nosotros nos parece lógico. Lamentablemente no se le da la suficiente importancia al hecho de conversar y generar acuerdos previos, creyéndolos innecesarios y luego las personas parecen sorprendidas de que las otras no actúen como se esperaba y comiencen a surgir los desacuerdos.
En el ámbito de la pareja, mas durante una relación de noviazgo más formal, se deben discutir aspectos con miras al matrimonio, si se consideran viables otros tipos de convivencia, si se desean o no hijos, hablar aspectos sobre cómo creen que debería ser la distribución de cargas domésticas y económicas, que se espera de un “esposo” o “esposa” o que se espera de la otra persona en su rol, cuáles son las expectativas de una convivencia en pareja, temas algo controversiales como la religión, las festividades en familia y muchísimas cosas más.
Sólo discutiendo este tipo de temas se es capaz de ir conociendo la forma de pensar de la otra persona, de modo que la convivencia en el hogar sea más fácil, en caso de conflictos la existencia de normas o reglas de convivencia en el hogar facilita y hace posible realizar negociaciones enmarcadas y/o con puntos de vista sustentados o debatidos en función de dichas normas ya preestablecidas o bien, es posible conocer si realmente esa persona es o no la indicada.
Lo mismo pasa cuando decidimos vivir con una amistad. A veces la emoción impide pensar de manera clara sobre la convivencia en el hogar con otro ser humano y les parece apresurado tomar acuerdos. Sin embargo es básico definir aspectos sobre cómo pagaran las cuentas, cómo se encargaran de los oficios domésticos, qué pasará con el manejo del ruido, el ingreso de visitas, si tendrán mascotas, cómo administraran los espacios comunes, el desorden y hasta las relaciones personales de la otra persona.
Los acuerdos pueden re valorarse o tener periodos de prueba para revisar si funcionan y hacer los ajustes que sean necesarios. Nada queda escrito en piedra, cuando surge un cambio en el ambiente de convivencia o cuando se nota que un acuerdo no está funcionando puede modificarse. Las personas involucradas deben tomarse el tiempo para valorar las posibles soluciones para las situaciones que se vayan presentando y entonces tomar nuevas decisiones que sean de conformidad de las partes involucradas.
Otro ejemplo de ambiente en el que las reglas deberían estar claramente establecidas es cuando hay niños en casa. Aspectos como quien recoge los juguetes, cero violencia, la tolerancia, el respeto a la hora de las comidas, el uso y tiempo de actividades de recreación como ver la televisión, etc. Igual que en los demás casos, son reglas que facilitan la convivencia en el hogar, ya que es más fácil desenvolverse en un ambiente seguro del cual se sabe qué esperar.
Muchas personas logran sentarse a conversar y establecer acuerdos, a otras se les hace un poco más complicado por ellas mismas o por que el resto de la familia no lo toma en serio. Hay estrategias que se pueden implementar para lograrlo, si necesita nuestro apoyo puede encontrarnos en nuestras redes sociales y en info@guiaessentia.com.